Hacia la década de 1590 los indios del repartimiento de Cucunubá y los de Bogotá no estaban poblados adecuadamente, ni tampoco contaban con iglesias donde poder ser adoctrinados ni instruidos en la fe cristiana. Su cura doctrinero, Melchor Romero de Aguilar, informa de esta situación a las autoridades de la Real Audiencia solicitando su intervención. La respuesta no se hará esperar exponiendo que estos asuntos se tratarían cuando se efectuase la visita del oidor.
La inspección tendrá lugar poco después, poniéndose de manifiesto la veracidad en las afirmaciones del cura y la disposición del encomendero a fabricar la iglesia doctrinera para los naturales. Por su parte, la Real Audiencia tomará las medidas administrativas y legales necesarias para garantizar el cumplimiento de las leyes, regular la situación de poblamiento 2 de los naturales y la construcción de su templo.
El licenciado Miguel de Ibarra, del consejo del Rey, oidor y visitador general del partido y distrito de la ciudad de Santa Fe, visitó el repartimiento de Cucunubá a mediados de 1594, de los documentos de la inspección nos interesan aquellos relativos a la población, las agregaciones y el templo doctrinero.
Comienza por describir la precariedad del edificio que, al parecer, era de bahareque, cubierto de paja, sin protección ninguna de puertas y sin pila de bautismo. La campana empleada para llamar a los oficios resultaba pequeña e insuficiente. Lo mismo ocurría con la iglesia del pueblo de Bogotá que se hallaba en la misma situación de precariedad, construida con los mismos materiales perecederos y sin puerta que impidiera cualquier tipo de robo o la entrada de animales. Al día siguiente se promueve un auto con las conclusiones de la visita, donde se establecen las pautas a seguir para paliar las carencias detectadas. Así, en resumen, el oidor Miguel de Ibarra
asegura que:
… en la visita destos puevlos de Cucunubá y Bobotá y por la bista de ojos consta las yglesias de amvos los dichos puevlos ser de bahareque, cubiertas de paja, sin puertas ni çerraduras donde se çelevra el culto divino con grande yndeçençia, demás de lo qual no tiene ni se a hallado en ellas pila de bautismo, ni cruz de plata ni alquimya, ni crismeras, ni misal, ni manual de los nuevos, ni andas para enterrar, ni otras cosas…
La mayor urgencia se centra en colocar las puertas con su cerradura y llave para impedir los robos y en dotar a la iglesia de ornamentos necesarios para la administración de los sacramentos y el oficio de la misa, aunque se ordena la construcción de una iglesia de tapias con su tejado a dos aguas. El plazo que se le da al capitán Pedro de Bolívar es de dos meses, concluidos los cuales debe haber adquirido objetos tan necesarios como unas andas para trasladar a los fallecidos hasta el cementerio, una pila donde celebrar el sacramento de iniciación en la vida cristiana, un misal y un manual actualizados y una cruz de plata o alquimia.
Nos interesa muchísimo la referencia expresa que realiza sobre los ornamentos, o mejor, sobre la carencia de estos. La solución propuesta por Miguel de Ibarra es muy significativa ya que ante la falta de imágenes adopta como medida la colocación de un retablo de madera en el altar que adornara el espacio de la capilla mayor.
Transcurridos dos años la situación tanto del poblado como de su iglesia no había cambiado y el oidor Miguel de Ibarra emite algunos autos ordenando el cumplimiento de sus mandamientos.
Uno de ellos, dado en Santa Fe el 29 de mayo de 1598 11, hacía referencia directa a la construcción de la iglesia doctrinera y el solar exacto donde se debía edificar.
El documento es muy interesante ya que resuelve construir una única iglesia donde se evangelizara a los naturales afincados en Cucunubá y los de Bogotá, en lugar de las dos que se propusieron dos años atrás que posibilitaba la doctrina separada de los indios todo el año. Se convertía en una solución de urgencia ante la necesidad tan acuciante.
Ambos asentamientos pertenecían a la encomienda del capitán Pedro de Bolívar y se encontraban a muy poca distancia entre sí, además, a medio camino el capitán tenía sus aposentos y estancias, convirtiéndose, de esta manera, en el lugar más propicio y adecuado donde erigir la iglesia de doctrina. Por otro lado, de levantarse allí, los naturales podrían acudir al templo sin muchos inconvenientes y de manera continua, sin perjuicio para la labor y el esfuerzo del cura doctrinero y en beneficio de los dictados de la Real Audiencia. El lugar elegido era muy conocido entre la comunidad indígena y era llamado Chiguaque en su lengua original.
Con estas medidas se ahorraban el esfuerzo de tiempo y dinero que supondría el levantamiento de dos templos doctrineros en lugares tan cercanos. Por otro lado, de haber decidido edificar una iglesia doctrinera en uno de los pueblos o en sus inmediaciones, el desplazamiento de los naturales hacia la iglesia se habría complicado muchísimo, lo que podría haber supuesto el abandono de los indios a recibir la doctrina cristiana. La tercera de las posibilidades habría sido el efectuar agregaciones poblacionales, en tal caso, los indios de uno de estos pueblos se habrían tenido que poblar junto al otro lo que les suponía abandonar sus tierras y cultivos, edificar sus nuevo bohíos y tener que adaptarse a unas nuevas circunstancias. Es por todo ello, que la decisión del oidor a construir la iglesia a medio camino se convertía, en este momento, en la solución más factible y de mayor aceptación por todos ellos, excepto por el encomendero que cedía parte de sus tierras.
Se ordena que la iglesia se construyera de tapias, con rafas y cubierta de tejas, lo suficientemente grande para dar acogida a la totalidad de los indígenas susceptibles de ser evangelizados. Se obliga al encomendero, a través de este auto, a poner en marcha las obras en el plazo de un mes y a concluirlas al término de cuatro.
Se advierte que en caso de incumplimiento «…se le enbargarán las demoras del dicho repartimiento y se depositarán y benderán,…
Por su parte, también debía adquirir los ornamentos y bienes necesarios para el oficio y ornato del templo y la campana que serviría para llamar a los indígenas a misa.