IGLESIA DOCTRINERA DE CHIVATÁ

1.- IDENTIFICACIÓN

DENOMINACIÓN

IGLESIA DOCTRINERA DE CHIVATÁ

OTRAS DENOMINACIONES

PARROQUIA DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE CHIVATÁ / ERMITA DE CHIVATÁ

CLASIFICACIÓN

ARQUITECTURA

DATOS CRONOLÓGICOS

ALREDEDOR DE 1580

AUTORÍA

ANÓNIMO Y ANTÓN (TAMBIÉN LLAMADO ANTONIO) RODRÍGUEZ

PAÍS

COLOMBIA

DEPARTAMENTO / PROVINCIA / ESTADO

BOYACÁ

LOCALIDAD

CHIVATÁ

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2.- GEORREFERENCIACIÓN

Coordenadas Google Maps: 

Latitud: 5.5570496

Longitud: -73.2826167

Imagen aérea vertical / Plano de Localización

3.- DESCRIPCIÓN

PUEBLO DE INDIOS

El pueblo de Chivatá de la Real Corona se construiría siguiendo el modelo descrito para Oicatá y Nemuza compartiendo, incluso, al mismo poblador.

Los repartimientos de Oicatá y Nemuza pertenecían a la encomienda de Miguel Ruiz, mientras que el pueblo de Chivatá estaba integrado en la Real Corona. A la llegada del oidor Luis Henríquez, los naturales de estos repartimientos se encontraban dispersos por lo que el 9 de octubre de 1600 se emite un auto de población conjunto para la configuración y construcción de 2 pueblos donde se congregase a la totalidad de la población. El primero de estos pueblos se realizaría en un punto intermedio entre Oicatá y Nemuza y estaría destinado a reunir a los naturales de ambos asentamientos, que se distribuirían en barrios diferenciados.

La elección del lugar le correspondía al juez poblador, aunque éste debía contar con la aceptación del padre doctrinero.

Una vez elegido el terreno se señalaría, en su superficie, la traza urbana para su conformación, delimitando los solares donde se debían edificar sus edificios más característicos, así como los destinados a viviendas para los naturales. En primer lugar se elegiría «… el sitio mejor y más superior el neçesario para la iglesia, que tenga çinquenta y quatro varas de largo y doçe de ancho para çimientos, estrivos y //607v gueco ella,…», denotando la mayor importancia que adquiere este edificio en la configuración de los pueblos de indios. Pero, mientras se construía este templo se levantaría una ramada provisional donde se congregara a la población los domingos y festivos. De esta manera, la doctrina no se vería interrumpida.

 Delante de la iglesia se delimitaría el espacio de la plaza que tendría un mínimo de 70 varas en cuadro, pudiéndose dotar de mayores superficies en razón de su funcionalidad o de las necesidades concretas de la población. A un lado de la iglesia doctrinera se realizaría la casa cural de 25 varas cuadradas o más y en el otro lateral la vivienda del cacique, que tendría la misma estructura y las mismas dimensiones que la del padre doctrinero. Este hecho denota la existencia de un mismo tratamiento social a ambas personas en la realización de la traza urbana, al ubicarlas en los laterales de la iglesia y al entregarles una misma porción de tierra. En los frentes libres de la plaza se construirían las casas de los capitanes y, en éstas y en los terrenos colindantes, las viviendas del resto de los naturales. A éstos se les designaría un solar de 20 varas cuadradas destinados a vivienda, despensa y corral. En cuanto al trazado de las calles se establece lo siguiente:

“ … y las calles queden limpias y deservadas de seis varas de ancho entre cada ochenta varas en quadro, por la forma que se a dicho en las demás nuevas poblazones, y a este modo y al dicho nuevo sitio se an de poblar los yndios de los dichos pueblos recogiéndose todos él, con calles y barrios diferentes con distinçión de cada un yndio, …”. Finalmente, Luis Henríquez decidió dar comisión a Diego de Aspetia para que velara por la construcción del pueblo de Oicatá y Nemuza, nombrándolo juez poblador. Para ello, le fijó un salario diario de dos pesos de oro de veinte quilates que cobraría durante los treinta días establecidos para su construcción.

A pesar de los intentos por parte de la Audiencia para conformar el pueblo de Oicatá, la falta de controles posteriores a la emisión del auto propició que los naturales volvieran a sus antiguos asentamientos para estar al cuidado de sus labranzas, abandonando las casas y bohíos construidos en el nuevo emplazamiento. El 6 de julio de 1636 el licenciado Juan de Valcárcel emprendió una visita por el territorio conociendo las medidas adoptadas por su predecesor Luis Henríquez. La iglesia estaba construida y cumplía con los requisitos impuestos por su uso como lugar de doctrina. Las casas estaban levantadas pero la mayoría de los naturales las habían desocupado, por lo que, los indios no recibían las enseñanzas a las que estaban obligados. Según se desprende de los informes emanados por la diligencia de la visita, eran un total de 570 personas las que integraban la población agregada de los repartimientos de Oicatá y Nemuza, ambos de la encomienda de Miguel Ruiz. Entre ellos se contaba 1 cacique, 1 gobernador, 4 capitanes principales, 138 indios tributarios, 22 ancianos reservados, 35 ausentes y un grupo de 369 personas integrado por mujeres, niños y familiares de los indios tributarios. La situación, narrada por el personal enviado por la Audiencia, era la siguiente:

“… consta que muchos de los dichos yndios de diferentes capitanías no sirven ni asisten en sus casas y bohíos que tienen en el pueblo, teniéndolas solas, yermas, sin avitarlas sino que viven y asisten de ordinario en sus labranças y estançias en sus casas y bohíos que en ellas tienen de asiento, donde tienen su hazienda, ollas, gachas y piedras de moler distantes del pueblo a un quarto de legua y a media y mas y ellos entre sí apartados y divididos unos de otros sin forma de pueblo, sin venir a oyr misa y a ser doctrinados domingos y fiestas a la yglesia deste pueblo,…”.

El levantamiento de ambos pueblos coincidiría en el tiempo o sería sucesivo, ya que, el auto de población es conjunto y, por tanto, comparten los mismos plazos para su ejecución:

“Porque el repartimiento de Chivatá de la Real Corona está alli çercano y a de tener doctrina entera y conviene que los yndios de él se recojan a la yglesia nueva mandava y mando al dicho Diego de Aspetia que apremie a los dichos yndios de Chivatá a que se pueblen y recojan todos a la dicha yglesia, poblándose con sus casas y calles, en buena horden y poliçía española, por la forma y como se declara arriva, haziendo sobre todo las deligençias neçesarias y para lo uno y lo otro se le de comisión en foma con vara de la Real Justiçia, y de lo que fuere subçediendo y de la reveldía que tuvieren los yndios dará aviso para que en todo se provea lo que convenga, de modo que todos vivan en horden y poliçía española, lo qual todo a de hazer dentro del dicho término, e asi lo proveyo e firmo”.

DOTACIÓN ARQUITECTÓNICA

El 21 de enero de 1586 los albañiles Alonso Franco y Juan García reconocieron las obras de la iglesia de Chivatá, que se había iniciado hacía algún tiempo. De su inspección resultó que el templo era más pequeño que los de Sogamoso y Turmequé de la Real Corona, que recordemos medían 200 pies de longitud y entre 38 a 40 de anchura. Los oficiales expusieron que para su conclusión se precisaban “…çiento y quarenta mil ladrillos para rafas, arcos portadores y todas las puertas de yglesia y sacristía hasta dexalla (sic) toda acabada y rematada de todo punto y campanario y quarenta mil tejas para tejar la dicha yglesia y sacristía y trezientas cahiçes de cal…”.

En abril de 1587 se produjo un intento por impulsar la construcción y finalización de las iglesias de la Real Corona, donde se adscribía esta de Chivatá. Para ello, el factor Rodrigo Pardo expuso la necesidad de rematar las clavazones de las iglesias de Sogamoso, Chivatá y Turmequé, al igual que la edificación de sus casas curales. Mientras se daba curso a los documentos en la administración, los oficiales fijaron los trabajos, que el maestro en quien recayera la dirección de las obras, debía seguir hasta dar por concluida la iglesia. Así se relacionó el número de clavos y demás elementos de hierro necesarios para realizar las puertas, ventanas, cajoneras y rejas de separación espacial, y también las piezas necesarias para acoplar las varas y nudillos de la armadura.

Varios años después, el licenciado Luis Henríquez emite un auto, con fecha de 2 de noviembre de 1601, donde ordena al maestro de cantería, Rodrigo de Albear, que visite la iglesia de Chivatá e informe sobre el estado de su construcción. Al parecer el oidor tenía constancia de que en este pueblo de indios se había comenzado a edificar un templo doctrinero y necesita confirmar la veracidad de las informaciones que le habían llegado. Al parecer, la iglesia cumplía con los requisitos mínimos de construcción, estaba cimentada de piedra y se tenía las paredes levantadas en una altura equivalente a tres tapias. Cuatro días más tarde Rodrigo de Albear cumple con el auto de la Real Audiencia y acude al pueblo de Chivatá para visitar su iglesia de doctrina. En su informe se evidencia a la existencia de una traza previa, que se pone de manifiesto al hablar de la estructura general del templo, sin embargo, no tenemos datos precisos acerca del maestro que realizó la planimetría ni de la fecha en que se configuró.

A la llegada de Rodrigo de Albear las obras se encontraban levantadas hasta una altura general de 6 varas excepto en los lugares donde debían conformarse las ventanas. El edificio respondía favorablemente a las condiciones de calidad, firmeza y solidez de una buena obra de albañilería, estando levantada en su integridad de ladrillo, piedra y cal. Albear recomienda la elevación en una vara más de la altura general de las paredes y recomienda abrir un mayor número de ventanas para permitir el paso de la luz al interior. La sacristía, que se ubicaría en uno de los laterales de la cabecera de la iglesia, debía proseguirse con las dimensiones y en la forma como se había comenzado a edificar, debiendo trabarse con los dentellones de la pared de la capilla para que quedara firme y sólida. El conjunto debía contar con una única ventana y rematarse exteriormente por un alero de ladrillos. El testero de la fachada principal, ubicada a los pies del templo, debía continuarse de mampostería, ladrillo y piedra, y sobre él se conformaría la espadaña con las dimensiones necesarias para albergar tres ojos de campanas. Se completaría con una cornisa realizada en ladrillo cortado y su remate consistiría en un frontispicio coronado por tres pináculos, el central y dos laterales. En cuanto a la portada principal sólo se especifica que debía hacerse todo el umbral de piedra.

En el interior del templo debía delimitarse un espacio como baptisterio, que se acotaría con una reja de madera en la que se abriría una puerta. La pila bautismal sería de piedra y tendría una columna y una taza estriada por su cara externa. Se asentaría sobre una pequeña grada de ladrillo que haría las veces de basa. En el muro se colocaría una alacena donde se guardaría el santo óleo con que ungir a los nuevos cristianos en la recepción del sacramento. En el interior de la

nave también se colocaría una pila de piedra para agua bendita y, aunque no precisa su ubicación exacta ni su estructura, pensamos que también sería de piedra y que su aspecto no diferiría en demasía al de la pila bautismal. En la cabecera se colocarían tres altares, uno mayor y dos colaterales. El primero de ellos se ubicaría en el centro y a él se accedería mediante cinco gradas que lo elevarían y separarían del resto de la iglesia. Los dos altares colaterales, en cambio, sólo contarían con una peana, es decir, con una tarima situada delante de cada altar o arrimada a él. En la pared de la capilla se construirían unos poyos que se comenzarían a levantar justo al lado de las tarimas de los altares colaterales. Para resolver los problemas derivados de la falta de espacio en el templo, propondría una solución visual que pasaba por no asentar la reja de madera que separaría el espacio sagrado de la capilla mayor del destinado a los fieles. Rodrigo de Albear aseguraba que este elemento no era del todo esencial. Como hemos adelantado se trata de una solución óptica al reducido espacio del templo, que hacía que al desaparecer las barreras visuales la sensación de amplitud fuera mucho mayor. A esto se sumaría que la iglesia estaría encalada por dentro y por fuera, lo que también sería significativo ya que al incidir la luz solar a través de las ventanas sobre el blanco de la pared, la sensación lumínica acrecentaría la sensación de espacio.

A continuación Albear se centra en las obras de carpintería y objetos muebles de carácter lignario que eran necesarios en el templo. La descripción de la armadura que cerraría el conjunto es muy detallada. En ella se centra en aspectos estructurales, como la forma de trabar las diferentes maderas, el modo de acoplar las vigas a las soleras o la obligación de labrar los tirantes de sujeción. Especifica que la disposición de estos tirantes se haría interpolando los sencillos con los pareados y que la distancia entre ellos sería la normal en la ejecución de una buena obra de carpintería resistente. Debemos mencionar que la disposición de estas vigas en otras iglesias doctrineras se fijaría con una separación de diez pies y que en principio éste podría ser el indicador que se tomaría para la ejecución de esta obra, aunque en un documento posterior se nos aclarará.

“… el testero de la portada y campanario, y la dicha yglesia se a de enmaderar de buena madera cogida en menguante y las tirantes yrán ynterpoladas que se entiende un par apareadas y otra sençilla, repartidas //593r según buena obra de carpintería, an de ser vien enpatilladas y engalavernadas en las soleras, serán lavradas de azuela y çepillo, a de ser la armazón deste tejado de tosco sobre tijeras, las quales irán repartidas de manera que cada tijera estrive y nasca de las tirantes apareadas por ensima, y en medio destas tixeras irán clavadas unas varas costaneras sobre las quales descansa y cansa toda la armazón del tejado, la distançia de las varas de la harmazón será la que convenga según vuena obra de carpintería, a de ser muy bien encañada con su varro y tejada, que la teja sea muy bien sobrepuesta con su cavallete bien aforrado y masiso de vuena mescla de cal y arena y se le a de poner sus muy buenas puertas de carpintería, la mayor clavadiza con su guarnizión, zorrón y tejuelo de hierro y un çerrojo grande con su vuena çerradura y llave, y la de la sacristía puede //593v ser clavada o de tavleros con su çerrojo pequeño y llave, y la puerta de la pila de vaptismo será la reja, la misma obra de la reja de la capilla ligándole su çerradura y llave, y una ventana para el ólio, y haziéndose todo lo susodicho queda acavada la obra de la dicha de todo punto…”

El maestro de cantería concluye su declaración afirmando que la iglesia tenía las dimensiones necesarias para dar cobijo a los naturales del pueblo de Chivatá. Además, fija el coste de las obras que quedaban por materializarse en 700 pesos de oro de veinte quilates que se pagarían al oficial que se hiciera cargo de su conclusión. El 10 de noviembre de 1601 el oidor de la Real Audiencia Luis Henríquez concierta con el tejero Antón Rodríguez la prosecución y conclusión de las obras de la iglesia de Chivatá. En este caso, asegura que había tenido muy en cuenta las declaraciones de Rodrigo de Albear, aunque deja constancia de que añadiría algunas condiciones más cuando se formalizara la firma del contrato de obras. La intención de Henríquez era acabar cuanto antes la construcción de este templo doctrinero y, para ello, agiliza los trámites de administración hasta tal punto que al día siguiente se hará efectivo el contrato de obras. El presupuesto aprobado sería de 600 pesos, 100 menos que lo previsto por Albear, el sistema de pago por tercios y el tiempo de ejecución de un año.

En el preámbulo del contrato de obras se aporta información muy importante acerca de la construcción del templo. En la visita practicada por el oidor Luis Henríquez al pueblo, con fecha de 23 de agosto de 1600, ya se evidenciaba que la iglesia se encontraba levantada en casi toda su altura y que los muros eran de mampostería. Sin embargo, el dato más interesante que se extrae del texto hace referencia a la antigüedad del edificio, en él se afirma que la obra se había abandonado hacía más de catorce años, lo cual nos permite fijar su construcción en los años 80 del siglo XVI. En cuanto a las condiciones de edificación sólo vamos a centrarnos en aquellos elementos novedosos que se aportan. El oidor establece como condición que las ventanas se hicieran de madera y que se reforzaran con una verja del mismo material con los fustes torneados o esquinados. Todos los muros de cierre de la iglesia doctrinera debían rematarse con una cornisa compuesta de tres filas de ladrillo, dispuesto el central en forma de diente de sierra. La portada principal debía adornarse con la colocación de basas, capiteles y una cornisa y frontispicio encalado y bruñido. La reja de separación espacial de la capilla bautismal se debía conformar con dos órdenes. Concluye despejando la duda de la diferencia métrica entre los traviesas de sujeción de la armadura, estableciendo en 9 pies la distancia entre ellas, por otro lado, sólo menciona tirantes pareados, lo que vendría a anular el sistema impuesto por Albear de alternancia entre vigas sencillas y pareadas.

El 23 de febrero de 1602 de firma un contrato con el cantero Miguel de Miranda para que realizara un escudo de armas de Castilla y León y lo asentara sobre la portada principal del templo de Duitama. Este contrato lo hace extensivo para las iglesias de Sogamoso y de Chivatá, donde se debía reproducir este escudo de piedra y colocarlo en sus fachadas. Este elemento se convierte en un nuevo punto de unión entre las iglesias de la Real Corona.

El 7 de julio de 1605 Rodrigo de Albear realiza otra declaración jurada, esta vez ante el escribano Juan de Vargas, sobre el resultado de la construcción de la iglesia del pueblo de Chivatá: Rodrigo de Albear “…vio, midió y tasó y sumó toda la ovra de cantería, alvañiría y carpintería que el dicho Antón Rodríguez tiene fecha en la dicha yglesia…” y concluye que “…está buena y vien acavada, firme y fuerte y a cumplido con su ovligaçión como antes tiene declarado y que la ovra que el dicho Antonio Rodríguez a fecho, conforme a su ovligaçión y escritura, es mereçedora y vale //677v unas cantidad (sic) de seteçientos pesos de oro de a veinte quilates…”.

Sobre las demasías asegura que: “… el dicho Antonio Rodríguez a fecho de más de la ovligaçión que tuvo que fue alçar la capilla mayor vara y media poco más o menos y el enmaderado de la dicha yglesia tirantes, tijeras y varazón, ponerlas más junto de lo que tuvo ovligaçión conforme a las condiziones a que se ovligó, y las dos rejas de la capilla mayor y del vautismo, aviendo de dos hórdenes las hizo de tres, todas las quales demasías fueron nesçesarias y menesterosas a la dicha obra asi para la proporçión como para fortaleza y permanençia de la dicha yglesia, las quales dichas demasías les pareze que a juntas común estimaçión valdrán çien pesos de oro corriente….

En la fachada principal de la iglesia predomina la simplicidad de las formas y la horizontalidad. La puerta de ingreso está flanqueada por dos pilastras sobre la que se dispone un frontón. El primer cuerpo está delimitado por la incorporación de dos pilastras de orden gigante cuyos capiteles sostienen la cornisa corrida. Sobre ella se dispone una espadaña de tres ojos. Delante de la fachada se alza el altozano que parece estar intacto. Por su parte, su interior se corresponde a grosso modo con la disposición de la iglesia doctrinera del Siglo XVII, su arco toral es muy pronunciado y sencillo y carece de decoración. A los pies destaca la existencia de un coro alto realizado en madera.

TÉCNICAS CONSTRUCTIVAS Y MATERIALES

Iglesia de mampostería cubierta con una armadura de par y nudillo rematada con tejas.

Mampostería, ladrillo, piedra, madera y cal.

Nivel de protección

BIEN DE INTERÉS CULTURAL Resolución 1686 del 1 de diciembre de 2004.

Estado de conservación

Bueno.

Observaciones

4.- FUENTES DE INFORMACIÓN

4.1. BIBLIOGRAFÍA

ALMANSA MORENO, José Manuel. “Pintura mural en los templos doctrineros del Altiplano Cundiboyacense.” En  Atas do IV Congresso Internacional do Barroco Íbero-Americano, 173-192. Minas Gerais: Universidade Federal de Ouro Preto – Escola de Minas, 2008. https://rio.upo.es/xmlui/bitstream/handle/10433/5627/13_J_M_almansa.pdf?sequence=1&isAllowed=y

ALMANSA MORENO, José Manuel. Pintura mural en el Nuevo Reino de Granada. Vol. 18, Sevilla, Enredars, Universidad Pablo de Olavide, 2021.

CHICA SEGOVIA, Angélica. El estudio de los aspectos histórico- tecnológicos de las iglesias de pueblos de indios del siglo XVII en el Altiplano Cundiboyacense como herramienta para su valoración y conservación (tesis de doctorado). Bogotá, Colombia: Universidad Nacional, 2015.

ROMERO-SÁNCHEZ, Guadalupe. Los pueblos de indios en Nueva Granada. Granada: Editorial Atrio y Universidad Nacional de Colombia, 2010a.

ROMERO‐SÁNCHEZ, Guadalupe. Iglesias doctrineras y trazas urbanas en Nueva Granada. Granada: Editorial de la Universidad, 2012, pp. 40-44 y 273-284.

4.2.- DOCUMENTACIÓN

A.G.N. de Colombia. Sección Colonia. Fondo Fábrica de Iglesias. Tomo 20. Rollo 20. Folios: 40v-42r.

A.G.N. de Colombia. Sección Colonia. Fondo Visitas Bolívar. Tomo 3. Rollo 6. Folio 591r.

A.G.N. de Colombia. Sección Colonia. Fondo Visitas Cundinamarca. Tomo 5. Rollo 43. Folios 884r-886v.

A.G.N. de Colombia. Sección Colonia. Fondo Visitas Bolívar. Tomo 5. Rollo 8. Folios 729r-729v.

A.G.N. de Colombia. Sección Colonia. Fondo Fábrica de Iglesias. Tomo 20. Rollo 20. Folios 677r-677v.

4.3.- OTRAS FUENTES (crónicas, anales, etc)

AUTOR/A DE LA FICHA

GUADALUPE ROMERO-SÁNCHEZ